HAITI

Han pasado casi cinco años, desde que recibí la increíble llamada de teléfono que iba a cambiar el curso de mi vida, y me sonrío, al recordar la indiferencia con la que había cogido el auricular de la mano de mi madre para hablar con Marcia. Ella era un viuda amiga de mi madre y fue derecha al grano, aún puedo recordar cada palabra de su conversación.

- Zara ¿qué te parecería trabajar en Haití durante el verano, con todos los gastos pagados?.

Me pareció una broma, algo inesperado, me quedé paralizada sin habla. Ella continuó.

- Estás sin trabajo ¿no?, -la voz llegaba clara, pero lejana-, tu madre me dijo que hace unos días dejaste tu empleo en la oficina de seguros.

- Si..., es cierto.

- Escucha Zara, acabo de explicarle a tu madre la situación, no le gusta la idea de que vayas sola a otro país, pero por supuesto la decisión es tuya. Al fin y al cabo tienes veinte años, aunque para tu madre seas la pequeña de la familia, sabes que ha estado demasiado pegada a ti desde que murió tu padre y se marcharon tus hermanos. Os vendría muy bien vivir una temporada separadas.

Yo tengo tres hermanos mayores, están casados y se han marchado de casa. Mi madre es posesiva y se preocupaba por nosotros sin necesidad, aunque en cierto modo es comprensible. Desde que se casó con papá ha sido una mujer activa, su trabajo, la casa, mi padre y luego los cuatro hijos. Papá nos dejó y casi al mismo tiempo mamá quedó sin trabajo, por lo que los cuidados por nosotros se convirtieron casi en una obsesión para ella, al mismo tiempo las peleas con mis hermanos mayores aumentaban hasta el punto de convertirse en diarias. Por eso mis hermanos en el momento que tuvieron oportunidad se marcharon de casa y de la ciudad.

Desde ese momento mi madre iba invadiendo mi intimidad poco a poco, quería compartir incluso mis pensamientos y apenas me dejaba tener amigas, desgraciadamente con veinte años empezaba a cansarme de la situación, por lo que Haití me sonaba a gloria, era la oportunidad que estaba esperando desde hacía mucho tiempo. Por fin podría tener mi propia vida.

- ¿Qué clase de trabajo es?.

- Secretaria de mi hermano, más o menos -dijo Marcia-. El está allí investigando, en la atmósfera local, para una novela basada en Haití y necesita alguien que pueda escribir al dictado y después mecanografiarlo. Me acordé de ti y por eso te llamaba. ¿Qué contestas?.

- No lo sé, en este momento no sé si estoy soñando, o todo esto es realidad. Marcia, realmente pienso que esto no es una decisión que se pueda tomar en un instante, como si aceptase a tomar un café esta tarde en tu casa. Tendría que pensarlo un poco tiempo.

- No nena, no creo que tengas tiempo de pensar mucho, mi hermano es una persona muy impetuosa, y no le gustan las vacilaciones, si es que sí, lo es ya, y si es que no también.

- Marcia..., no se que decir.

- Si puedo darte un consejo, yo no lo pensaría dos veces.

- No podrías decirme más cosas del trabajo, por ejemplo cuanto voy a ganar, cuando empiezo, durante cuando tiempo...

- El sueldo es fabuloso, por lo menos a mi me parece que mil quinientos dólares a la semana está bastante bien. Lo de empezar sería inmediatamente, es decir te marcharías en el primer avión que salga, y el tiempo del contrato es muy relativo, de momento será hasta que termine esta novela, pero nunca se sabe, los escritores siempre necesitan a alguien a su lado. En definitiva un trabajo como este no se encuentra todos los días.

- ¿Está casado?.

- Es viudo. Hace un año y medio que perdió a su esposa en un horrible accidente. Ella era su secretaria, su amiga, su confidente, su esposa y la madre de su hijo, en una palabra era toda su vida. Rubén ha pasado momentos muy difíciles y no había escrito desde entonces, ahora él está allí con su hijo Tony, tiene doce años. Pero todos esos detalles no vienen a cuento en este momento. Bueno qué, ¿quieres el trabajo?.

- No lo sé, estoy algo insegura...

- Podría asegurar que es la clase de trabajo con el que tú sin duda disfrutarías y tu ya sabes como redactar un manuscrito, además me he enterado que hace poco tiempo vendiste tu primer cuento.

Sí, pero Haití..., tierra de negros, vodú y pobreza. Me quedé pensativa y empezaron a dibujarse en mi mente signos de interrogación mientras recordaba cuantas cosas horripilantes había oído acerca de ese país. Hechiceros, magia negra, gente poseída por dioses paganos, Zombies..., "nada irá mal", pensé "tengo salud, inteligencia, y he resuelto varios problemas sola, además no estaré sola, estará Rubén a mi lado. Pero ¿quién es capaz de predecir lo que va a suceder?, podría coger una terrible enfermedad...

- Claro, que si quieres un poco más de tiempo...

- No, no lo necesito, ya lo he pensado. Dile que acepto el empleo.

Colgué el teléfono y me volví hacia mi madre que se mordía con nervios el labio inferior.

- ¿De verdad vas a aceptar ese trabajo?, deberías meditarlo un poco más de tiempo, piensa que no es ni Francia, ni Inglaterra, es ¡Haití¡.

- Ya lo he pensado, allí está el trabajo y allí iré yo, además es una oferta que viene llovida del cielo, estaré metida en el tipo de trabajo que más me interesa. ¡Allá voy, Haití¡.

- ¿Y que me dices del asunto del vodú?, allí hay hechiceros como en áfrica.

- ¿Y puede saberse que tengo yo que ver con todas esas cosas?. Tranquilízate mamá, yo voy a vivir con una familia española.

El viaje fue largo y pesado, pero lo hice con gusto, hacía mucho tiempo que soñaba con algo parecido, y por fin lo conseguí. Durante el viaje pensé muchas cosas, algunas no las recuerdo, y otras no tienen demasiada importancia.

En Miami, subió un hombre a bordo, parecía tener treinta y pocos años, tenía un pequeño bigote negro que le sentaba muy bien. El hombre iba impecablemente vestido, bien perfumado y con un clavel en la solapa. Parecía como recién salido de un escaparate.

Al poco tiempo me encontré hablando animosamente con aquel caballero llamado Pedro Bobo. Era un hombre de negocios hispano, pero residente en Haití desde hacía muchos años. Casi sin darme cuenta estábamos hablando del tema que a mí más me apasionaba, el vodú. Sobre eso, recuerdo algunas cosas de nuestra conversación.

- Dime algo, Pedro, creo que el país es en su mayor parte católico. Así pues, ¿cómo puede seguir la gente practicando la vieja religión del vodú?.

- Respecto a eso hay mucho que explicar. La Constitución de Haití reconoce la libertad de cultos, pero es el Catolicismo la religión más arraigada en el país. Existe un Arzobispado en Port-au-Prince y Obispados en Aux-Cayes, Cap Hitien, Goneives y Port-de-Paix. Junto con la religión católica coexiste el "vodú", religión animista llevada a Haití por esclavos procedentes del Dahomey; esta religión evoluciono sensiblemente hasta mezclarse con algunos ritos y costumbres de la Iglesia Católica. Su persistencia se explica por diversas circunstancias: el abandono de la instrucción religiosa de los esclavos por los colonos franceses; la relación del "vodú" con el nacionalismo africano, ya que llegó a constituir el lazo de unión entre los distintos pueblos negros llegados a Haití; su vinculación al folklore haitiano, debido a que la danza y la música, por las que el negro siente pasión, ocupan un lugar muy importante en el culto vuduista.

- Puesto que sabe tantas cosas, ¿qué puede decirme acerca de los zombies?, eso es sobrenatural ¿no?.

- ¡Todo en Haití es sobrenatural¡, yo llevo viviendo allí muchos años, pero aún me quedan un sin fin de cosas extrañas por comprender y ver.

- Si, por supuesto, pero además yo creo que lo de los zombies es demasiado fantástico, ¿cómo podría alguien estar muerto y seguir moviéndose?.

- Pues en eso se equivoca señorita, ha habido muchos casos documentados de zombies por todo el país. Yo mismo conozco a un hombre que tuvo una experiencia de esta clase. Hace unos cuantos años su hijo mayor se puso repentinamente enfermo y murió. El padre asistió a su funeral y a su entierro, sin embargo, hace tan sólo un año reconoció a su hijo en un pueblo lejano, trabajando en una plantación de caña de azúcar. El joven no podía hablar y no reconoció a su padre. Cuando el padre pudo ponerse en contacto con la policía, el chico había desaparecido.

Yo estaba aterrada, y permanecí callada durante un rato mientras asimilaba todo lo que estaba contando mi nuevo e inesperado amigo. Al darse cuenta de la cara de extrañeza que tenía me dijo:

- No te asustes, no es probable que vayas a encontrarte con ninguno. Donde vivirás durante tu estancia.

- En Saint Marc.

- Precioso lugar. ¿Te estará esperando el señor Duque en el aeropuerto?.

- Si, eso espero, yo no sabría donde ir ni lo que hacer.

- Por eso te preocupes, mi chofer me estará esperando, y en caso de que nadie te esté esperando te llevaremos hasta tu destino.

- Gracias por tu amabilidad, Pedro.

- Es todo un placer. De todas formas y aunque tengas a alguien esperándote, me gustaría volverá a verte, si a tí no te importa, puedo ser tu guía, sería maravilloso poder enseñarte toda la isla, mi número de teléfono está en la tarjeta.

- Muchas gracias, es bueno saber que ya tengo un amigo en la "extraña Haití".

La verdad es que me hubiera gustado hacerle un par de preguntas más, pero justo cuando iba hacerlo la azafata nos avisaba de que estábamos a punto de tomar tierra en el aeropuerto de Haití y nos teníamos que preparar para el aterrizaje, y con la excitación de esa nueva sensación se me olvidó.

No había mucha gente en la sala de espera, y Pedro no se apartó de mí hasta que por fin reconocí a mi nuevo jefe. Era alto y llevaba una camisa gris ceniza. Parecía fuerte y musculoso, como acostumbrado a ejercicios físicos duros. Tenía los ojos grises y profundos, cabellos negros intensos y un cierto aire misterioso a la vez que muy agradable en sus facciones. Cuando se acercó a mí, únicamente se aseguró que era yo la persona que estaba esperando y me dijo que él sería mi nuevo jefe.

Me despedí de Pedro con la promesa de llamarle lo antes que me fuera posible. Por supuesto que lo haría, era un hombre muy agradable, y no se porque recibía buenas vibraciones a su lado y eso era una cosa que yo siempre tenía en cuenta.

Marcia ya me había avisado de que su hermano últimamente no era un hombre demasiado sociable. Desde que murió su esposa en un desgraciado accidente de automóvil, el no había salido de las paredes de su casa, solo conversaba animosamente con su hijo y se pasaba todo su tiempo libre recordando a Elena, metido en el mundo que él había creado para ambos en la cercanía de espíritus.

Solo su hijo era capaz de hacerle sonreír y salir de su mundo aparte, excepto en esas ocasiones siempre

estaba cabizbajo y triste. Según Marcia Tony era un niño extrovertido, alegre, dinámico e inteligente, lleno del amor que le daba su padre, aunque algunas noches cuando terminaba la diaria y larga conversación con su él, (en la que siempre se hablaba de Elena) se le oía llorar en soledad.

Durante el camino no hablamos nada, hasta llegar al pueblo, por donde me dio una vuelta turística explicando algunas de las cosas más interesantes, y los sitios más característicos. Al salir del pueblo empezamos a ver pequeñas cabañas, la carretera estaba sin asfaltar, seguimos montaña arriba, donde contrastaban las grandes mansiones con las pequeñas cabañas. El camino era largo y siempre hacia arriba, al salir de una curva el camino se niveló, entonces la vista fue maravillosa, Yo quedé totalmente asombrada al ver algo así, jamás en mi vida vi algo tan maravilloso como aquello, giraba la cabeza en todas direcciones para disfrutar mejor de aquel festín visual, no quería perderme nada. Al poco rato dimos la vuelta a un paseo y fuimos a parar a la fachada de una gran casa de dos pisos.

El primer piso daba a un porche cubierto, el segundo a un mirador. Los dos estaban resguardados por barandillas de hierro, las paredes estaban pintadas de un suave gris que no resultaba desagradable. Frente a la casa y en uno de los lados se podía ver una gran extensión de césped, por otro lado había un patio. Cuando dejé de contemplar el panorama me di cuenta de que una robusta mujer de pelo gris, cara agradable y buena estatura, estaba frente de mí dispuesta a darme la bienvenida, por lo tanto bajé del coche e hicimos las presentaciones oportunas; ella era María el ama de llaves. Tenía un aire maternal que me atrajo bastante, y estaba claro, que aquella señora estaba dispuesta a ser mi amiga.

Entramos en la casa. El suelo era de madera, había muchas puertas, y por lo tanto muchas habitaciones. Cuando nos acercábamos a la escalera del fondo apareció una muchacha de piel morena. Según me dijo María era Clotilde, la muchacha que le ayudaba en la cocina.

- Ella te enseñará tu habitación, sube las escaleras mejor que yo. -dijo sonriendo-.

María se metió en la cocina y nosotras comenzamos a subir las escaleras, en el primer descansillo me encontré con el señor Duque.

- Me gustaría verla en mi despacho en cuanto haya descansado lo suficiente.

Eso fue todo lo que me dijo, y lo hizo sin mirarme, por lo visto Marcia llevaba razón, era un hombre de pocas palabras, pero tajantes.

Mi dormitorio estaba en el centro de la parte más alta de la casa, era grande y con grandes ventanales, desde donde podía divisar el patio. La decoración era perfecta y realizada con bastante buen gusto.

- Es muy bonito.

- El cuarto de baño está cruzando el vestíbulo. Ahora debo irme, tengo que terminar de preparar la cena.

Lo primero que hice fue tomar una ducha, cambiarme de ropa y ponerme un poco presentable para la primera entrevista con mi nuevo jefe. Cuando terminé bajé al despacho del señor Duque.

El despacho era algo único para mi vista, tendría alrededor de sesenta y cuatro metros cuadrados, no tenía ni una columna, la simetría era perfecta, con un gran ventanal frente a la puerta por donde entraba el sol desde el alba hasta la aurora. Las paredes estaban totalmente forradas de madera oscura, y llenas de estanterías donde no se podía poner ni un libro más, colecciones y colecciones de novelas, tratados de todos los autores y temas imaginables, escritos en los cuatro idiomas que dominaba el Sr. Duque, inglés, francés, Alemán y Español. Todo era impresionante, hasta El...

- Bueno, no se quede ahí parada junto a la puerta, entre, y deje de mirarme como si tuviera dos cabezas. Mi hermana no mencionó en ningún momento que usted fuera tan joven, cuando dijo que era amiga, lo entendí como garantía de que se estaba refiriendo a alguien que tendría su misma edad, más o menos.

El tono de su voz, empezaba a mosquearme, por lo que pensé que lo mejor era ponerme en mi sitio y no dejarme intimidar desde el primer día.

- ¿Importa eso..., en caso de que yo sea competente?, no entiendo que tiene que ver mi edad. Si prefiere contratar a cualquier otra persona...

- No hay tiempo. Además se hizo un trato, y yo nunca rompo mi palabra.

- Ni yo tampoco.

- Bueno, entonces parece que tendré que soportarla.

- No Sr. Duque, parece que tendremos que soportarnos mutuamente.- le contesté-.

Se quedó mirándome durante unos segundos, creo que no esperaba esa reacción, ni mis contestaciones. Sabía que era mi jefe y que como a tal tendría que soportarle todos sus caprichos, pero yo también tenía mi orgullo, y si a él le molestaba mi juventud, a mí me molestaban sus malos modales. Debería comprender que yo no era culpable de sus desdichas y ante todo que por ser joven no era tonta, eso tenía que dejarlo bien claro desde el primer momento.

Encendió un cigarro sin molestarse en ofrecerme. Yo comencé a observarle, tenía reacciones nerviosas y cuando se sentó en su butacón hizo que me encogiera, ¿cómo?, no lo sé, pero notaba algo extraño en su presencia.

- Por supuesto, sabe usted taquigrafía.

- Por supuesto.

- Y domina bien la ortografía y la puntuación, mi hermana me dio buenos informes sobre usted, y antes de llevarme un desengaño cuando sea demasiado tarde quiero comprobarlo.

- Sí.

- Dijo usted que estaba familiarizada con el manejo de manuscritos. ¿Ha trabajado para otros escritores?.

- No. Bueno..., sí. -Al fin y al cabo trabajaba para mí misma cuando escribía mis cuentos-.

- Bueno en que quedamos, si o no.

- Si..., yo misma escribo algo. Cuentos para niños.

La indiferencia con que tomó mi confesión me dejó nuevamente paralizada. Definitivamente era un hombre frío y calculador al que le importaba un comino la vida y los sentimientos de los demás. Cada minuto que pasaba me arrepentía más de haber aceptado el trabajo, no creo que pudiera soportar vivir tan lejos de mi ambiente con un hombre sin sentimientos. Menos mal que había conocido a Pedro en el avión, y gracias a él mis ratos de ocio se verían un poco animados con su compañía.

Después de enterarse de que yo también hacía mis pinitos como escritora, él se limitó a seguir su discurso.

- Espero tener mi novela terminada, mecanografiada y lista para mi editor cuando empiece la temporada escolar en septiembre. He alquilado esta casa aquí en el monte para poder trabajar en la intimidad, sin distracciones. Me he pasado ya varios meses investigando y tomando notas, incluso antes de venir aquí. La trama está perfectamente dibujada en mi cabeza, confío pues que la escritura salga fácilmente. Tomará al dictado, y pasará a máquina lo escrito cada día, de modo que yo pueda leerlo y hacer cualquier corrección que me parezca necesaria. Después escribirá usted el borrador definitivo, ¿entendido?.

La verdad es que yo no se si lo que pretendía era hacerse el duro conmigo o que en realidad su carácter era ese, pero de lo que si estoy segura, es de que mi primera impresión fue la de un hombre brusco y no demasiado aficionado a los amigos, pero no tenía más remedio que acostumbrarme a él y a sus modales.

- Desayunamos a las ocho. Empezaremos a trabajar a las nueve, las comidas son a la una, las cenas a las siete, alrededor de las cuatro se suele servir un tentempié. María toca un silbato a las horas de las comidas. Podrá oírlo desde fuera de la casa como lo oye mi hijo cuando está por ahí jugando. En cuanto a sus fines de semana, la necesitaré este sábado, pero casi todos los demás los tendrá libres. Supongo que le habrá gustado su habitación, ¿no?.

- Si, es muy bonita, gracias.

- Y el sueldo, ¿le parece bien?.

- Me parece muy generoso.

- Realmente, es para compensar los ratos de aburrimiento y soledad que sin duda pasará usted aquí.

En ese momento un profundo silbido se metió en mis oídos. Era el anuncio de la cena, por lo tanto nos fuimos para el comedor. Pocos minutos después, el joven Duque se nos unió con un sencillo y simpático ¡hola¡. Era un muchacho tostado por el sol, vestido con camisa y pantalones cortos.

Comenzamos a comer en silencio, la comida era excelente, compuesta por platos muy variados, frescos y exóticos. Pasado un rato fue Tony el que comenzó hablar con su padre.

- Papá, Mario me ha enseñado unas nuevas palabras en criollo.

- Estás aprendiendo bastante criollo de tus compinches, ¿verdad?. Lástima que no sea francés, te sería más útil.

- Estoy contento de que esos muchachos vivan aquí, papá, ¿con quién jugaría yo si no?, son buenos chicos. Pero ¿sabes? creen en las cosas más absurdas, hombres lobo, espíritus malignos que pueden matar y todas esas supersticiones. La verdad es que me daría pánico cruzar la puerta si creyera en todos esos cuentos tontos.

Viendo al Sr. Duque con su hijo nadie podría pensar que tuviera ese otro carácter con los demás. Cuando Tony estaba a su lado se convertía en la persona más pacífica, amable y tierna que yo había conocido, hasta las facciones de su cara se hacían más suaves, y en algunos momentos se reía a carcajadas. Se pasaron casi toda la noche bromeando como si Rubén también fuera un chiquillo, fue el único momento del día en que Rubén se dirigió a mí como si quisiera ser realmente mi amigo. Entre los dos me contaron muchas cosas del lugar donde vivíamos, las excursiones que solían hacer los domingos al amanecer y todo lo que habían descubierto ellos solos en sus grandes aventuras campestres. A Tony se le veía disfrutar cuando contaba todo lo que aprendía de su padre en el campo. Al lado de su padre Tony era el niño más feliz del mundo.

Una vez terminada la cena y después de casi dos horas de conversación, Tony se marchó a descansar.

- Papá, ¿es cierto que va a venir la prima Olivia a visitarnos?.

- Eso parece.

- No la recuerdo muy bien, excepto en el pelo rojo.

- Buenas noches Tony.

- Buenas noches papá, hasta mañana Zara.

El niño desapareció y quedamos solos el padre y yo. Al principio y por unos segundos pensé en retirarme yo también, la experiencia que tenía de quedarme a solas con Rubén era demasiado dura para soportarla de nuevo, sin embargo algo en mi interior me dijo que me quedara, sin que él lo notara, me quedé mirándole y descubría algo nuevo en su rostro que hasta ese momento no había visto...

- Notará que en Haití casi todo el mundo se retira temprano y se levanta al alba, excepto cuando los campesinos celebran sus ceremonias de vodú o sus bailes sociales, habitualmente los sábados por la noche, pero también en otros días de la semana aquí en las montañas.

- Me encantaría poder asistir en alguna ocasión a uno de esos bailes populares.

- Ya tendrá ocasión de ello, normalmente suelen enviarme invitaciones para todos ellos, aunque hasta el momento no he asistido a ninguno. A partir de ahora y si a usted le interesa le pasaré esas invitaciones por si le apetece asistir.

¡Dios mío¡, era increíble, el Sr. Duque estaba siendo amable conmigo, no lo podía creer. Indudablemente la presencia y conversación con Tony había sido como un sedante para él, antes de la cena Rubén era como un adicto con el síndrome de abstinencia, después de la cena, era como un adicto después de tomar la dosis.

María entró a limpiar la mesa y nos avisó de que el café estaba servido en la salita, por lo tanto pasamos allí y nos sentamos al lado del fuego, donde reanudamos nuestra conversación.

- Lo que ha contado mi hijo durante la cena.... No tengo idea de cuánto sabrá usted sobre ciencias ocultas, pero hasta ahora le he dejado seguir pensando que las creencias haitianas no son más que cuentos. Es demasiado joven para hablar del poder de las tinieblas.

- Entonces ¿no son todas ellas supersticiones?.

- Algunas sí, desde luego. Pero no todas. Esta es en verdad tierra de cosas ocultas. El vodú funciona, y esa es la razón por la que el catolicismo nunca conseguirá extirparlo.

En ese momento yo recordé la conversación mantenida en el avión con Pedro. El había dicho casi lo mismo, y ahora Rubén, otro hombre inteligente, mantenía que Haití era realmente sobrenatural, que las leyendas no eran sólo eso. Con todos sus estudios e investigaciones, debía saber lo que estaba hablando perfectamente.

- ¿Podría decirme algo sobre los zombies?.

- Todo lo que he de decir es que no puede mantenerse con seguridad la inexistencia de eso que llaman zombies. Empiezo a pensar que nada es imposible en este país, por lo menos casi nada.

- ¿De veras?, pero dice usted que algunas de sus creencias son simples supersticiones. Cómo cual, por ejemplo?.

- Los árboles frecuentados por espíritus, en mi opinión, no es más que producto de su imaginación, ellos los consideran peligrosos por las noches, dicen que están habitados por pequeños demonios que "se corren sus juergas" en el interior de los enormes troncos y celebran festines con sus víctimas. Durante el día descansan o deambulan por el campo en forma de animales principalmente cerdos.

- Eso parece un poco difícil de tragar.

- Me han dicho que paseando en plena noche junto a una plantación pueden oírse cantos, aullidos y crujir de huesos, pero la verdad es que yo me he parado un par de veces al oscurecer y no he oído nada. Tal vez si hubiera podido oír esos ruidos me sentiría más inclinado a creer en los demonios.

Nuestra conversación continuó un buen rato. Desde mi llegada era la primera vez que le veía tan animado, por lo que quise aprovechar esta ocasión, pero cuando nos dimos cuenta de la hora nos retiramos a descansar ya que al día siguiente tendríamos que levantarnos temprano, y la verdad es que yo últimamente no estaba acostumbrada a grandes madrugones.

Cerré los ventanales de mi habitación y me metí en la cama, pensé en mi madre, solo hacía unas horas que la había dejado en casa. No es que me preocupara demasiado, ya era hora de que nos separásemos y tampoco iba a ser para toda la vida, una vez acabado el verano yo volvería a casa, y ella podría seguir metiendo la nariz en mis cosas como antes de mi marcha, pero era la primera vez que nos separábamos por tanto tiempo y con tantos kilómetros de por medio.

Tardé muchísimo en poder conciliar el sueño, eran demasiadas emociones en un solo día, y en lo que más pensaba era en las dos conversaciones tan interesantes que había tenido durante el día, las dos con el mismo tema, una en el avión con mi nuevo amigo, Pedro, y la otra hacía unos minutos solamente, con mi jefe, el Sr. Duque. Pensaba en los zombies, y en esos pequeños demonios que habitan por las noches en los troncos de los árboles. Sentí un poco de miedo y tuve que levantarme a cerrar por dentro la puerta y ha poner el candado en la contraventana del ventanal.

Eran las siete de la mañana cuando me despertó el timbre del despertador, deseé quedarme en la cama unos minutos más pero no podía, el Sr. Duque me esperaba a las nueve y no creo que le gustase verme llegar con la cara de sueño, las arrugas de la almohada en la cara y las legañas puestas. Por lo tanto salté de la cama creyendo que después de la noche tan catastrófica que había pasado se me iban a partir todos los huesos de mi cuerpo. Hacía mucho tiempo que yo no dormía fuera de mi casa, la cama era totalmente distinta a la mía, aparte de que durante toda la noche había tenido sueños muy extraños, eran como mini pesadillas que se sucedían unas a otras, todo era relacionado con los ritos de vodú. Con toda mi alma rezaba para que no tuviera estas sensaciones durante los cinco meses que me quedaban.

Abrí el ventanal y contemplé el maravilloso paisaje, una vez fuera pude ver a los chicos jugando. Una puerta se habría en la planta bajo y María salió con una larga cuchara de madera en sus manos en disposición de regañar a los niños. Comencé a vestirme, y después bajé a tomar mi desayuno.

- Buenos días, María.

- Buenos días señorita, ¿quiere una taza de café?

- Si, María, gracias, la verdad es que lo necesito.

- ¡Me encanta el sabor del café Haitiano¡, lo echaré mucho de menos cuando nos marchemos de aquí.

Estuvimos charlando un rato, hasta que se dio cuenta de que Tony ya estaba en la mesa con cara de hambriento y no tuvo más remedio que marchar a la cocina a terminar la primera faena del día. Yo me fui a desayunar con él. Me dijo que su padre no bajaría a desayunar por molestarle un terrible dolor de cabeza, al principio pensé que mi jefe no estaría dispuesto a trabajar, pero enseguida Tony me desengañó "nada impide a mi padre trabajar en sus libros". como aún tenía tiempo hasta las nueve Tony y yo nos fuimos dando un paseo hasta la casa de Luis y Mario, los hijos de Clotilde y amigos de Tony.

Una cabra y varios cerdos pululaban por allí, uno de los cerdos se acercó a un extremo del jardín donde crecían varias hileras de hortalizas, Tony lo espantó con un grito. En ese instante salió de entre la huerta un hombre.

- Buenos días.

- Hola, soy Zara, la nueva secretaria del Sr. Duque.

- yo soy Fernando el marido del Clotilde.

- ¿Donde está su esposa?.

- Hoy es viernes, día de mercado, y ha ido al pueblo a vender las verduras que nosotros cosechamos. Pero por favor señorita, pase, le enseñaré la casa.

Lo primero que vi al entrar fue una pequeña mesa cubierta con un paño blanco. Había sobre ella varias estampas de santos, en el centro aparecía una de San Patricio, también había media cáscara de coco llena de aceite que ardía y en la cual flotaba una cruz hecha con astillas de hueso. Era una capilla vodú y sin embargo se parecía bastante a una capilla católica. Enseguida quedé muy sorprendida con un detalle que me llamó la atención, eran dos botellas de color verde oscuro, por más que mi imaginación volaba no podía llegar a ninguna conclusión lógica, y aunque se que a los haitianos no les gusta hablar demasiado de sus rituales, me aventuré a preguntar sobre aquellas dos botellas verdes.

- Contienen las almas de mis hijos.

- ¿Por qué en botellas, Fernando?, ¿cómo puede vivir sin su alma una persona?.

Al terminar de hacer esta pregunta a Fernando se le quedó una cara de espanto y admiración que no creo vuelva a poner en toda su vida, parecía que acababa de cometer un sacrilegio o algo peor. Al final me contestó aunque eso sí un poco asustado.

- No sabe que hay dos almas en el cuerpo de una persona?, una es grande y otra pequeña. Sólo las grandes están en las botellas. Mario y Luis tienen aún su alma pequeña en el cuerpo. La botella es para proteger, ningún hechizo de diablo puede robar a mis chicos mientras las almas están seguras en las botellas.

El pobre Fernando seguía mirándome como si fuera un bicho raro, aunque ya no se atrevía a hacerlo claramente a los ojos, para él yo no era una persona pura, yo no sabía lo de las dos almas, ni lo de las botellas, por lo tanto no estaba purificada por ese ritual, y posiblemente yo fuese un demonio. Ese era mi reto, conseguir que Fernando confiara en mí como en los demás.

- Muchas gracias por todo Fernando, volveré en otro momento a visitar a Clotilde, ahora debo irme a trabajar.

Durante todo el camino estuve pensando en todo lo que aquel simpático hombre me había estado contando acerca de las almas de sus hijos. Pero pronto se me olvidó cuando al acercarme a la casa pude oír que alguien estaba en el despacho; por supuesto debía de ser Rubén. Muy bien jefe, ¡allá voy¡.

- Buenos días.

- Buenos sean. Y ahora señorita, comencemos con nuestro trabajo.

Tras un par de horas de dictado a un ritmo que resultaba cómodo para mí, Rubén dijo:

- Ahora páselo a máquina, deje las hojas en el escritorio y yo volveré después para examinarlas. En cuanto a la copia final, espere a que esté cada capítulo terminado por si se me ocurre algún cambio.

Y así, entre trabajo y comprar en el pueblo, pasaron varios días. Nada interesante había ocurrido en aquel país que a mi llegada me ofreció tantas sorpresas. Hice varias excursiones con Tony y sus amigos, eran unos chiquillos encantadores, y además me quedaba tiempo libre para poder escribir, por lo que comencé un nuevo cuento, que poco a poco iba leyendo a los muchachos, y no es por nada, pero creo que les gustaba. A quien no se me ocurrió en ningún momento leerle ni una sola letra fue a Rubén, aunque su carácter había cambiado considerablemente, la indiferencia que mostró en el momento de enterarse de que yo escribía algo, me molestó bastante.

Pero en ese país, la tranquilidad podía durar poco. Un día que íbamos Tony y yo de excursión, los dos solos, nos pusimos a andar sin rumbo fijo, cogimos una senda, la cual nos condujo hasta una cabaña construida bajo un árbol. La puerta estaba abierta. Miramos hacia dentro, parecía una especie de templo, como no se veía a nadie, entramos impulsados por la curiosidad. Tony puso en su cara un gesto de asco.

- Este olor apesta Zara.

Era un olor extraño y horrible, el olor de la tierra húmeda y de la madera que lleva mucho tiempo sin darle el sol. Pegado a la pared del fondo se veía un cubo con cemento, un nicho abierto y encima del cubo había velas, incienso, cacharros de arcilla, una botella de licor, una campanilla y otros objetos. Me imaginé que debía ser un altar de vodú, el nicho debía ser junto con los demás utensilios, ofrendas a algún dios.

- Vámonos de aquí, Tony.

- Espera un momento.

Tony había cogido uno de los botes de arcilla y estaba levantando la tapa para mirar su interior, de alguna forma me asusté al ver aquel bote en las manos de Tony, aunque no sabría decir por qué.

- ¡Deja eso¡.

Se lo dije con una voz seca y dura, el muchacho se asustó un poco e hizo que el bote cayera al suelo, se hizo pedazos, varias monedas deslustradas aparecieron en el suelo al mismo tiempo que algunos objetos que no pude identificar.

_ ¿Por qué me has asustado?, no era más que un bote viejo.

- Vámonos.

Nada más pasar el umbral nos detuvimos, ante la cabaña había una mujer alta y de piel oscura, con los brazos cruzados sobre el pecho, estaba mirándonos fijamente. Llevaba una túnica marrón y un pañuelo enrollado en la cabeza. Sus ojos eran opacos, su rostro era una máscara sin expresión.

Salimos de allí corriendo, después de un rato, cuando casi nos faltaban las fuerzas nos sentamos en unas rocas a descansar un poco.

- Era una sacerdotisa vodú.

- ¿Cómo lo sabes?.

- Fernando nos ha hablado de ella. Yo quería ver el altar vodú, dicen que practica magia negra. Fernando dice que todos los sacerdotes vudús saben hacer cosas de magia negra contra sus enemigos. Tienen que hacer un pacto con el diablo antes de poder lanzar una maldición sobre alguien. Yo no lo creo ¿Y tu?.

- Bueno olvídalo, creo que nunca la volveremos a ver, y no te acerques más a ese templo.

- No diremos nada de esto en casa ¿de acuerdo?, a papá no le gustaría.

- Por mi no lo sabrá. (De momento)

Llegamos a tiempo para la merienda. Rubén estaba recostado en una tumbona leyendo. Después de la suculenta merienda, entré en el despacho y cogí entre las fichas de información del libre de Rubén una marcada con la palabra VODú, leí por encima de los primeros párrafos y llegué a lo siguiente:

"Uno de los objetos de especial interés en el altar vodú es el POT TÊTE (pote de cabeza). Estos potes, casi siempre de arcilla, se emplean para guardar espíritus. Se cree que cada persona lleva un espíritu en su cabeza durante toda su vida. Cuando muere, se hace una ceremonia para cambiar de lugar el espíritu de forma que no vaya "bajo el agua" con el cadáver.

Cuando se inicia a alguien en el vodú, recibe un POT TÊTE que pasa a ser de su propiedad. En él van artículos de sacrificio, y debe guardarlo hasta que muera".

Temblaba mientras volvía a meter la ficha dentro del sobre. Pero enseguida empecé a razonar. Yo no creía en esas supersticiones, sin embargo no importa que yo crea o no, para la sacerdotisa vodú ese bote de arcilla tenía un significado especial. Como no quería pensar más en esas cosas, me acordé de Pedro y decidí que ya era hora de llamarle por teléfono, por lo que antes de arrepentirme, lo llamé.

- ¡Aló¡

- Bonjour, sil vouz plait, monsieur Bobo?.

- Oui, je suis.

- ¡Hola Pedro¡, soy zara, ¿me recuerdas?.

- Por supuesto, como iba a olvidarme de la señorita más encantadora que he conocido en ningún avión?. Aunque si te he de ser sincero empezaba a pensar que eras tu la que no se acordaba de mi.

- Menos mal que has descolgado tú el auricular, mi francés es pésimo y no sé más de cuatro palabras.

- ¿Qué tal te va todo?.

- Bueno de momento no me va mal del todo, pero mejor hablamos personalmente, ¿te parece?.

- ¡Estupendo¡, ¿cenamos esta noche?.

- Encantada, ¿a las siete?.

- Perfecto.

De pronto todo lo que había sucedido momentos antes volvió a mi mente y no puede ser capaz de resistirme a lo que estaba pensando, aunque en cierto modo todo eso me ponía nerviosa y me daba un poco de miedo...

- Pedro, mi jefe me ofreció el otro día unas invitaciones para un baile, o algo parecido, que hacían los nativos, ¿quieres que asistamos?.

- Por supuesto, me encantaría.

- Yo pasaré a recogerte, es más fácil que llegar a este caserón perdido en las montañas.

Cuando colgué el teléfono me sentía aún más excitada que antes de la llamada, no podía creerlo, iba a tener una cita con un hombre encantador, pero totalmente desconocido, y además iba a asistir a un acto de los que suelen hacer los nativos del país. Eran demasiadas emociones para un solo día.

Cogí mi cámara y salí al jardín ha hacer unas fotografías a Rubén y a Tony que estaban jugando al baloncesto, eran unas imágenes maravillosas y muy tranquilizantes, parecían dos chiquillos, se les veía totalmente felices.

Había oscurecido ya cuando salimos hacia el pueblo, e incluso antes de llegar pudimos oír cánticos y gritos. Siguiendo el sonido Pedro aparcó el Jeep cerca de un corral iluminado por lámparas y antorchas. Había mucha gente. Las mujeres iban muy arregladas y en un rincón bajo una antorcha sujeta a la ventana un grupo de hombres jugaba a las cartas. Todo el mundo parecía estar divirtiéndose.

Traté de evitar quedarme mirando fijamente a nadie. Me di cuenta de que un viejo de cara amable se había quedado dormido junto a la mesa y le habían atado a la silla con una faja para que no se cayera. Una de las mujeres se me acercó y me llevó junto al anciano, parecía querer decirme que le estrechara la mano, por lo tanto la cogí suavemente para no despertarle..., pero, de pronto me puse rígida, al principio no entendía nada, ¿qué estaba sucediendo allí?. Dios mío, no podía ser, en ese momento fue cuando me di cuenta de que aquel anciano al que yo miraba con emoción creyendo dormido, era el cadáver.

Después de un rato nos marchamos de allí, fue un poco desagradable. Durante el camino de vuelta a casa ninguno de los dos dijimos ni una palabra, creo que Pedro había quedado tan impresionado como yo. Al despedirnos quise contarle lo que me había sucedido por la mañana con Tony, pero no me atreví, por miedo a que me explicase la realidad de lo que habíamos hecho, por lo tanto le agradecí todas sus amabilidades y sobre todo la idea de enseñarme "todas las cosas realmente típicas de Haití".

Cuando me acosté pensé que iba a ser incapaz de conciliar el sueño, no de miedo, pero si de emoción. Era increíble que a una chica como yo, le pasaran todas estas cosas. ¡Dios¡, nunca pensé que pudiera ser tan excitante y maravilloso trabajar.

Por fin conseguí dormir, a la mañana siguiente la imagen de aquel anciano seguía presente en mi recuerdo, por lo que decidí que la mejor manera de olvidar era mantenerme ocupada, por lo que las dos primeras horas del día las pasé en mi habitación con Tony leyendo los capítulos que ya tenía escritos de mi nuevo libro. Por la tarde Rubén y Tony fueron al aeropuerto a recoger a su invitada, y yo, mientras esperaba, me puse a leer un libro. Un rato después me fui a la cocina a tomar un café con María y estuvimos hablando hasta que llegó el coche y salimos a recibirlos.

Rubén traía dos grandes maletas y Tony un pequeño maletín. Olivia llevaba un vestido ajustado, de un amarillo pálido. Seguí observándola durante unos segundos más, luego bajé para saludarla, y Rubén hizo las presentaciones.

- Olivia, esta es Zara, de la que te he estado hablando.

- Ah, hola. -Me dijo mirándome de arriba a abajo- Así que usted es la secretaria de Rubén durante el verano.

- Que tal Olivia?, he oído hablar mucho de usted.

Por suerte estaba por allí Tony para desviar la conversación. Olivia parecía un poco engreída, y no me gustaba nada la forma que tenía de mirarme, parecía que me estaba examinando. Entramos en la casa y yo subí a mi habitación hasta la hora de la cena, la verdad es que no me apetecía nada bajar a cenar, pero no podía negar a nuestra invitada la presencia de alguien inferior a ella. Bajé un poco antes de la cena, no quería llamar la atención llegando cuando todos estuvieran ya en el comedor, Rubén ya estaba allí y me sirvió una copa, poco después llegó Tony, y por último la esperada prima Olivia.

En mi opinión iba demasiado llamativa para cenar. Se pasaron toda la noche hablando de su infancia, juventud y también un poco del presente, de tal forma que Tony solo intervenía de tarde en tarde y yo por supuesto en ningún momento. Después de la cena hubo un pequeño concierto de piano ofrecido por Olivia, al parecer aquella mujer sabía todo y todo lo hacía perfecto. Yo me fui a la cama pronto, me sentía bastante incómoda en presencia de los dos primos, que estaba claro que lo eran porque tenían los dos el mismo poder de saber incomodar a la gente.

Al día siguiente en el desayuno, la prima Olivia continuó metiendo la pata, Tony estropeó su mañana de juegos por acompañarla, y después cuando se enteró de quienes eran los amigos de Tony intentó que Rubén le prohibiera seguir jugando con ellos.

Los días transcurrieron tranquilos, yo pasaba la mayor parte del tiempo en mi habitación escribiendo, y en la cocina hablando con María, a ella tampoco le gustaba ni un pelo la primita Olivia. Desde que ella llegó todo fueron problemas y discusiones, hasta María parecía tener peores humos, cosa extraña en una mujer tan dulce como ella. Olivia había traído a aquella casa algo que no estaba presente antes de su llegada. Un toque del maldad, o tal vez falsedad, no estoy muy segura pero algo extraño si que era, eso estaba claro.

La tensión aumentaba día a día, nadie sabía porque, pero así era Olivia nos crispaba los nervios a Tony a María y a mí, pero eso sirvió para que Tony y yo nos uniéramos más, paseábamos mucho y nos sentíamos muy a gusto en compañía el uno del otro. De vez en cuando bajábamos al pueblo a tomar unos helados, casi siempre pagada él, supongo que eso le hacía sentirse más importante, y también un poco protector mío.

El calor aumentaba por días, por lo que Tony y yo decidimos darnos un baño en el lago de casa después del desayuno y antes de que mi trabajo comenzase.

Una mañana que no estaba demasiado calurosa decidimos jugar un partido de tenis, por lo que me puse a buscar la blusa de color malva de mi conjunto, pero no pude encontrarla por ninguna parte, era extraño estaba segura de haberla puesto en la maleta, ya que un día la vio María, y le llamó mucho la atención el tejido tan suave y fino, al mismo tiempo que le extrañó bastante el color para un traje de tenis, pero no le di demasiada importancia, tal vez estaría lavándose.

El partido resultó un desastre por parte de los dos, pero fue muy divertido, Tony era un chico fantástico, estar con él era la mejor terapia contra el stress y las depresiones. Cuando regresamos a casa, totalmente agotados por el "gran esfuerzo", María me dijo que tenía una llamada. Era Pedro.

- Buenos días.

- ¡Hola Pedro¡ ¿cómo estás?

- No tan bien como tú, pero no me quejo. Zara, siento tener que cortar tan rápidamente, pero tengo visita. ¿Aceptarías comer conmigo hoy?.

- Lo siento Pedro, pero no puedo, el rato que tengo es poco y no creo que fuera una compañía agradable, pero ¿que tal si te lo cambio por la cena?.

- Igualmente encantado, pero tendrá que ser temprano, mañana me marcho de nuevo a Miami y tengo que levantarme muy temprano.

Pedro era un hombre encantador, tenía detalles que jamás imagine que pudieran ser de hombres reales, todas esas cosas que hacía y me decía yo solo las había visto en el cine y en los libros, pero ahora me estaban sucediendo a mí, y no era un rodaje de cine, ni Pedro era el galán de la película. La cena fue maravillosa, el restaurante tenía un ambiente inmejorable y yo estaba totalmente extasiada ante tanto lujo y amabilidad.

Todo desde que salí de mi casa estaba siendo como un fascinante sueño, y yo no quería despertar.

Un día, después del trabajo, Tony se reunió conmigo en el vestíbulo.

- Vamos a tu habitación, tengo noticias interesantes para ti.

Me detuve un momento en el cuarto de baño para tomarme una aspirina, desde hacia unos días tenía unos dolores de cabeza impresionantes.

- Esta mañana, cuando he ido a casa de Mario y Luis para jugar con ellos, estuve hablando con Fernando sobre Olivia, le he dicho lo nerviosos que nos pone a nosotros tres su presencia en esta casa y que desde que ella está aquí, mi papá no tiene tiempo nunca para mí, ni para hacer esas largas y divertidísimas excursiones por el campo.

- Pero Tony, ¿cómo se te ocurre contarle esas cosas a Fernando?, va a pensar que somos poco hospitalarios.

- ¿Sabes lo que me dijo?. Que vio a Olivia meterse en el bosque hace un par de días, ¡por el sendero que lleva a la casa de la sacerdotisa vodú.

- ¿Si?...

- El la siguió preguntándose si sabría quién vivía allí. Lo sabía de sobra, porque yo se lo dije un día que estuvimos dando un paseo. La prima Olivia habla el francés perfectamente. Fernando no pudo oír lo que estaban diciendo, pero vio que Olivia le daba un paquetito, y sospecha que estaba comprándole un hechizo en contra de alguien.

- Tony, creo que tienes mucha imaginación.

- ¿Por qué fue allí si no?.

- No lo sé, cariño, pero seguro que estaba paseando y se encontró con esa mujer por casualidad.

- ¿Y lo del paquete?

- Está bien, y en caso de que estuviera comprando un hechizo, ¿contra quién creéis vosotros que es?

- No lo sé, pero por supuesto, si él hubiera pensado que era en contra de alguno de nosotros, nos hubiera advertido.

- Tony..., seguramente Olivia, no cree en esas brujerías más de lo que tú y creemos.

- Puede que sí, o puede que no. ¿Recuerdas lo que dijo un día en la mesa?, que había oído que la magia negra era realmente efectiva. Quizás ahora esté intentando comprobarlo.

- Me cuesta creerlo.

La verdad es que parecía casi imposible de creer, y había que tener en cuenta que Tony era un niño y en su imaginación cambian muchas cosas, pero estaba la cuestión de Fernando, él era un hombre muy culto en cuestión de estos temas y jamás se atrevería a jugar y a mentir acerca de estas cosas. Claro que de ahí a que Olivia estuviera conspirando contra alguno de nosotros iba un mundo. Además ¿contra quién?, Tony pertenecía a su familia y era un niño encantador en todos los aspectos, contra María era imposible tener nada, esa mujer era imposible que fuera malquerida por nadie. Tampoco contra mí podría tener algo, era completamente imposible, cuando ella aparecía yo solía marcharme de la habitación, su presencia me incomodaba muchísimo, y procuraba coincidir con ella lo menos posible, por lo tanto no iba conmigo nada que ella pudiera estar tramando.

Definitivamente Tony estaba equivocado, tal vez habría interpretado mal las palabras de Fernando, algunas veces era complicado de entender lo que quería decirte. De todas formas, en mi interior, necesitaba encontrar alguna explicación al encuentro de Olivia con la sacerdotisa, pero por más que pensaba me era imposible deducir otra cosa que no fuera un encuentro fortuito..., claro, tenía que ser esa la solución..., seguramente que Olivia se fue a dar un paseo por el bosque, como aquel día hicimos Tony y yo, pero ella en lugar de asustarse y salir corriendo en el momento de ver a la sacerdotisa, inició una conversación en la que le explicaba el significado de todos los artilugios que tenía en su altar.

Al mismo tiempo también estaba pensando en Tony, con el entusiasmo que el muchacho tenía no podía decirle la conclusión a la que había llegado, entre otras cosas porque jamás me creería y además le decepcionaría que la única persona en quién él confiaba últimamente no creyera sus teorías. Debía de intentar que él mismo se diera cuenta de que esta situación era absurda, por lo que accedí a que se hiciera un registro de los dormitorios.

- Bueno, ¿y que sugieres que hagamos, jovencito?.

- Vamos a registrar tu habitación, tenemos que averiguar si hay algo extraño, Fernando me lo dijo, por lo que yo le conté, que María, tú y yo somos su enigma. Yo ya he registrado mi cuarto y María el suyo, pero no había nada.

- Supongo que no pasará nada porque busquemos en el mío. Pero ¿que tenemos que buscar?.

- Cualquier cosa que no sea de aquí. Fernando dijo que algunos amuletos son como bolsitas llenas de cosas. Pero debemos tener cuidado..., si entramos alguna, será mejor que no la toquemos.

- ¿Por qué no le dejamos a Fernando que busque?, él sabrá qué es lo que hay que hacer. Así habrá menos peligro.

Era increíble, estaba tomando parte de una búsqueda que hacía unos minutos me parecía totalmente absurda, o por lo menos eso era lo que yo quería pensar.Tony se marchó a buscar a Fernando, y yo me tuve que tumbar en la cama, el dolor era insoportable últimamente, y las aspirinas ya no hacían ningún efecto. Volvía ya Tony con Fernando cuando se encontraron en el vestíbulo con Olivia y Rubén que decidieron seguirles hasta mi habitación curiosos por saber que hacía allí aquel hombre.

Me puse un poco nerviosa al ver entrar en grupo a los cuatro en mi habitación, sobre todo por Rubén, yo sabía que era reacio a creer en todas esas "fantasías", y sobre todo no soportaba los "circos" a su alrededor.

- ¿Qué pasa?- preguntó Rubén-.

- Ah¡..., papá..., Fernando cree que alguien ha puesto un hechizo en la habitación de Zara, y va a registrarla para ver si da con él.

- ¿Un hechizo?, ¿de qué estáis hablando?, ¿quién querría hacer daño a Zara?, Fernando ¿qué le hace pensar semejante cosa?.

- Primero lo buscaré..., señor..., y si lo encuentro..., luego hablamos.

La posibilidad de que él pudiera saber algo le hizo pensar a Rubén que sería mejor dejarle, así que Fernando se puso a registrar la habitación. Miró en el armario, y llegó a dar la vuelta a la mecedora para ver si había algo pegado debajo del asiento. No encontró nada. Por último, necesitó ayuda para levantar el colchón de la cama y ponerlo en el suelo.

- ¡¡Mirad¡¡- gritó Tony señalando el somier.

El objeto estaba allí, puesto boca arriba. Fernando lo cogió con mucho cuidado y se puso a examinarlo después lo sostuvo en alto para que todos pudiéramos verlo..., Era un muñeco vodú.

Todo era silencio en la habitación, nadie se movía, ni hablaba, todos nos quedamos helados ante aquel objeto sostenido por la negra mano de Fernando. Era un pequeño muñeco blanco, de trapo, con los rasgos de la cara dibujados con pintura roja, y estaba vestido con un trozo de tejido de poliéster color malva (en ese momento comprendí la desaparición de mi blusa de tenis). Cosidos a su cabeza se veían unos pocos cabellos rubios.

Todo era realmente escalofriante... ¿Cómo?, ¿quién?, ¿cuándo? y ¿por qué?..., esas eran las preguntas que atormentaban mi mente. ¡DIOS MíO¡ ¿qué había hecho yo a nadie para que pudiera arremeter contra mí de esa forma?... En ese momento mi cabeza se convirtió en un campo de batalla, todo me daba vueltas y caí redonda al suelo, noté todo perfectamente ya que no llegué a perder el conocimiento en el mismo momento de la caída..., aunque si después.

Jamás en mi vida me había sentido peor....

Cuando recobré el sentido me encontraba en la habitación de Rubén, tumbada en su cama y con las sus manos entre las mías. En la habitación solamente estábamos Fernando Rubén y yo. Poco a poco yo fui recuperándome y lo primero que vi fue la cara de Rubén sonriendo amablemente, pero en esos momentos no podía ponerme a pensar en la su cara, Fernando comenzó a preguntarme muchas cosas...

- ¿Ha sentido dolor de cabeza últimamente, señorita?.

- Si, Fernando..., bastante..., últimamente tengo unas jaquecas terribles.

- Sr. Duque, creo que tengo que contarle algo que vi el otro día hacer a la señorita Olivia.

En ese momento Fernando comenzó con el relato de todo lo que había visto el día del paseo de la "primita Olivia", a Rubén le iba cambiando la cara por momentos y cada vez apretaba más las manos.

De pronto se abrió la puerta de la habitación y entraron Tony y la querida prima Olivia. El niño se abalanzó sobre mí con una gran alegría, cosa que no se podía decir de la señorita Olivia.

- Zara¡¡, ¿ya estás bien?.

- Bueno no exageremos, solo un poco mejor.

- ¡Por Dios Fernando¡, haga el favor de quemar ese muñecajo de una buena vez, me pone la carne de gallina cuando lo veo.

- ¡No, señorita Olivia¡, no diga eso, si lo hace la vida de la señorita se quemaría con ella.

- Creer en esas tonterías es de analfabetos.

- Calla un momento Olivia, el asunto es que yo si creo en todo lo que Fernando ha dicho, hace unos minutos hemos tenido los tres una conversación muy interesante, pero ante todo, lo que yo quiero saber es quien puso ese objeto maligno en la cama de Zara.

- Yo creo que lo sé- dijo Tony mirando en dirección a Olivia-.

- ¿Cómo te atreves?, ¿qué me dices de tus amigos?, precisamente tú les diste un mechón del cabello de Zara, ¿no?, por lo tanto son más sospechosos que yo.

- Necesito unas tijeras.-dijo Fernando.

Cuando volvió María con las tijeras, Fernando se sentó en el suelo y empezó a cortar los puntos de unión de los recortes del cabello a la cabeza del muñeco. La jaqueca desaparecía poco a poco. "La aspirina, por supuesto, no era la autora de mi mejoría". Con mucho cuidado Fernando fue descosiendo los hilos que mantenían unido el muñeco, hasta que el vestido se desprendió. Cuando el muñeco estaba totalmente deshecho Fernando se lo metió en un bolsillo.

- Me los llevo para tirarlos al viento.

Sus ojos se volvieron acusadoramente hacia Olivia, y retrocedió un paso.

- Es una mala mujer..., yo ensillé un caballo para ella el viernes pasado. Luego fui a por agua, y cuando me di cuenta de hacia donde se dirigía, la seguí. Iba al lugar donde la mala sacerdotisa tiene montado su altar. Estuvo hablando con ella durante un buen rato y después le entregó un pequeño paquete, donde seguramente se encontraban todas las cosas necesarias para hacer el muñeco, ¿no es cierto, señorita?.

- Es mentira, no podéis creerle, está mintiendo.

- ¿Estabas presente cuando Zara se cortó el pelo?.

- ¿Y qué?, no era la única.

- Es cierto, tanto María como mi hijo tuvieron acceso a esos recortes. Y cualquiera de ellos pudo coger la blusa de Zara de su armario. Pero con una pequeña diferencia, ellos dos quieren mucho a Zara. ¿Puedes tú decir lo mismo?.

- ¡Por Dios Rubén¡, ¿es que vas a creer a este criado analfabeto antes que a tu culta prima?.

- Olivia, sabes muy bien que a mi la cultura y la clase social me importan muy poco. Además aquí no estamos discutiendo los estudios de nadie, solo te he hecho una pregunta y quiero que me la contestes.

- Desde luego, esa empleadita tuya no es santo de mi devoción, pero solo se trata de eso de una empleada.

Olivia continuó diciendo una serie de incoherencias, pero Rubén la cortó enseguida, y continuó con el relato, amenazando a Olivia cada vez con más fuerza...

-... Fernando ensilló para ti un caballo el viernes por la mañana. Te vi salir desde la venta del patio, por lo tanto esa evidencia no puedes negarla.

- Desde luego que no, en ningún momento lo he hecho, pero desde luego que no pensé nunca que montar a caballo fuera un delito.

- ¿Y qué me dices de tu visita a la Sacerdotisa?. Sólo inspirado por el diablo podría alguien visitar a esa mujer. Y además Fernando no ganaría nada mintiendo. Por favor Olivia contéstame a esta pregunta ¿por qué?.

- No entiendo lo que quieres decir Rubén. Tampoco puedo comprender como se te ocurre creer a ese tipejo, y desconfiar de tu prima.

- Tú siempre tienes respuestas para todo, no se como te las arreglas, pero yo ya no juego más contigo, estoy cansado de tus niñerías. Desde que llegaste has estado fastidiándome con tus manías, acaparabas toda mi atención, y me privabas de la compañía que más me gustaba, la de mi hijo y la de Zara. Ahora por favor, contesta a mi pregunta por la buenas, o tendrás que hacerlo por las malas.

- ¿Me estás amenazando?, porque si lo haces te aseguro que...

- No seas impertinente, y contéstame de una maldita vez a la pregunta que te he hecho antes.

No sé porqué pero por un momento empecé a pensar que no había sido Olivia quien había puesto ese muñeco en mi cama sino la propia sacerdotisa. Es cierto que a Olivia no parecía caerle muy bien mi presencia, pero ese no es un motivo justificando para utilizar contra mí la magia negra, sin embargo la sacerdotisa, tenía motivos más que sobrados para hacer algo contra mí y contra Tony, y seguro que me escogió a mi por se mayor que Tony. Sin embargo aún pensando eso hay algo que me intriga. ¿Cómo pudo la sacerdotisa coger mi blusa? y ¿qué hacía Olivia el viernes camino de su casa?. No podía entenderlo.

- Olivia, mi paciencia como todas tiene un límite, y está empezando a agotarse.

Ella estuvo mucho tiempo contestando con evasivas y Rubén cada vez la iba presionando más, hasta que se vio acorralada y no tuvo más remedio que decir la verdad.

- Desde el día que llegué a Haití intenté por todos los medios incomodarte. hacerte creer que estabas estorbando en esta casa, y que no tenías nada que hacer aquí. Pero no conseguí nada de esa forma, por lo que tuve que recurrir a otros métodos. Pero mi primo quiere saber el porqué, pues bien ahora mismo se lo digo. Cuando venía traía la esperanza de que la plaza se secretaria estaría ocupada por una persona de muy avanzada edad, cosa que representaría ningún peligro para las intenciones que traía de casarme con Rubén. Pero no sucedió así, resultó que la dichosa secretaria era una muchacha joven y bonita, eso sin mencionar que noté cierto brillo en los ojos de Rubén cada vez que te miraba, o que entrabas en la habitación donde el se encontraba. Por lo tanto tenía que hacer algo sin perdida de tiempo, tenía que hacer todo lo que estuviera en mi mano para lograr que te despidieran y quedarme yo con el puesto, para así conseguir mis objetivos con mucha más facilidad.

Luego, un día durante un paseo por el jardín, tanto mi primo como Tony no pararon de hablar de ti. Por parte de Rubén tú eras una persona inteligente, trabajadora, con un gran futuro por delante, ganas de trabajar y con dos cuentos vendidos en poco tiempo, y encima esos cuentos para niños que es mucho más difícil de escribir...

¡Valla con el Sr. Duque¡, así que haciéndose el despistado, yo creyendo que no había dado ninguna importancia a mis "pinitos" como escritora y resulta que a mis espaldas me estaba elogiando, no podía dar crédito a mis oídos.

Olivia seguía con su relato y mi cabeza volvió a coger el hilo.

- ... y por parte de Tony eras simpática, agradable, maravillosa, encantadora y no se que más elogios hizo en poco rato de tu persona.

En ese momento Olivia se volvió a su primo Rubén y rompió a llorar, parecía estar arrepentida, pero a estas alturas ya nadie podía creer en sus lágrimas, por lo que la ver la cara del Sr. Duque hizo un último esfuerzo para convencerle de que no había maldad en sus actos, sino simplemente el deseo de quitar del medio a un estorbo.

- Por eso fue, Rubén, creo que está suficientemente claro y justificado.

- ¿Justificado..., como te atreves a hablar de justificación, cuando has puesto la vida de una persona en peligro?.

- Tienes que comprenderme, yo jamás en mi vida había recibido tantos elogios, nunca había trabajado en nada, ni me había ganado la amistad y confianza de un mocoso como Tony, porque jamás me han gustado los enanos, no podía pensar en otra cosa, intenté sacarla de esta casa por las buenas, primero como ya he dicho incomodándola, luego un día te dije a ti que la despidieras, que yo sabría ocupar su lugar, pero no me hiciste caso, me dijiste que ella lo hacía muy bien y que yo además no tenía ninguna experiencia en esta clase de trabajo (no la tengo en ningún trabajo), por lo tanto casi me atrevería a decir que fuiste tú el que me empujó a buscar "otros métodos" para sacarla de aquí.

Yo no quería matarla, solo causarle un malestar tan grande que la obligara a salir de aquí, y regresar a su casa. Pero como todo, esto también me ha salido mal. Ya lo sabéis todo, solo lo hice por conseguir el amor de Rubén, pero ahora mismo me acaba de demostrar que lo que sientes por Zara es mucho más puro e intenso que el que yo nunca sentí jamás por nadie.

- Está bien, no continúes, creo que ya ha quedado todo bastante claro, aunque esto no va a quedar así, llamaré a la policía.

- No, Sr. Duque, no hace falta llamar a nadie. Afortunadamente no me ha pasado nada, todo ha sido un susto, y el dolor de cabeza ya va cediendo, además a mi me basta con que ella haya confesado y esté arrepentida.

- Se dan cuenta como es odiosa, ninguna mujer en su caso contestaría de esa forma.

- Si Olivia, creo que Zara tiene razón, no merece la pena llamar a al policía, además no creo que tu necesites justicia, sino un psiquiatra que pueda curar la envidia y los celos que tienes en tu cuerpo.

- Rubén soy tu...

- No quiero escuchar ni una palabra más de tus labios, y tampoco quiero que vuelvas a mencionar que soy tu primo, me avergüenza tener en mi familia personas como tu, por lo tanto te agradecería que subieras a tu habitación y recogieras tus cosas. ¡Ah¡, y lárgate inmediatamente de esta casa, y ten cuidado con volver a verme, no creo que me agraden tus visitas de ahora en adelante, te lo advierto ahora para que luego no digas que el escritor es poco hospitalario.

Por fin la pesadilla había pasado, y antes de que Olivia se marchara de la habitación le desee que tuviera un buen viaje de vuelta, a lo que contesto con un tono no demasiado agradecido.

- Todo eso me parece muy bonito y poco cursi al mismo tiempo. Yo también quería decirte algo antes de irme. Eres una estúpida por no llamar a la policía, no me arrepiento de nada de lo que he hecho, es más creo que lo volvería hacer, no soporto ver a un hombre como Rubén tan enamorado de una mojigata como tú, y además no sentiría ninguna clase de escrúpulo al repetirlo. Buenos días a todos.

En dos días no me dejaron levantarme de la cama, incluso Rubén pasó la primera noche sentado al lado de la cama. Sería verdad todo lo que había dicho Olivia..., no, seguro que eran imaginaciones de una loca celosa que no sabe distinguir la profesionalidad, pero no obstante era bonito soñar un poco.

La verdad es que todo eran atenciones conmigo, y eso no eran sueños. Todos los días después del trabajo salíamos a dar un paseo, recorrimos todos los alrededores de la gran finca, fuimos al pueblo en numerosas ocasiones, hicimos infinidad de compras, e incluso visitábamos muy de vez en cuando a mi primer gran amigo en esas tierras extrañas, Pedro Bobo, con el que cenábamos y salíamos a pasarlo bien, aunque el prefiriera, como me decía siempre, salir a solas conmigo como lo hacíamos al principio.

El cambio en Rubén fue como de la noche al día, cada vez se me hacia más difícil pensar en el regreso a casa, me sentía muy a gusto con ellos dos, eran como dos náufragos perdidos en su propia isla, y yo era como el bote salvavidas, cada vez que uno de ellos se sentía mal rápidamente acudía a mi para hablar y terminar riendo como chiquillos, incluso Rubén comenzó a atreverse a hablar de su esposa, Elena, una tarde mientras dábamos un paseo me contó todo lo que había sucedido y las lágrimas acudían a sus ojos como un autentico torrente de lluvia, los dos lo pasamos bastante mal durante las muchas horas que duró la conversación. Fue el definitivo desahogo para él.

El verano pasó y el libro quedó terminado justo para la fecha prevista, por lo que era hora de hacer las maletas..., mi vuelo salía a las diez de la mañana del día siguiente y quería prepararlo todo antes de la cena.

Mientras yo preparaba el equipaje, Tony subió hacerme compañía y Rubén no tardó demasiado en reunirse con nosotros. Fueron muchos los recuerdos que afloraron a nuestras mentes mientras recogía mis cosas, hablamos de mis primeros días en la casa, de la llegada de "la bruja", como terminamos por llamar a Olivia en las poquísimas ocasiones que la mencionábamos, en lo que estuvo a punto de conseguir si no llega a ser por Fernando, e incluso le contamos a Rubén la experiencia que tuvimos Tony y yo cuando nos topamos con el "santuario de la sacerdotisa". Reímos mucho, pero también salió alguna lágrima que otra.

Justo después de cenar, y mucho antes de la hora acostumbrada, Rubén mandó a Tony a la cama. Me pareció muy extraño, sobre todo porque a diario era una autentica pelea la hora de dormir, y esa noche el muchacho se marcho sin rechistar y haciendo un guiño de complicidad a su padre.

Nos quedamos solos y la solemnidad del momento me confundió, ¿qué era lo que estaba sucediendo?, la verdad es que no tenía demasiadas ganas de sorpresas. Todo aquellos me recordaba la primera noche que pasé en aquella casa, cuando nos quedamos los dos solos, fueron unos momentos de confusión me hicieron sentir cosas raras dentro de mi.

De pronto Rubén se volvió con cara de miedo, mantuvo mi mirada durante unos instantes, luego se sentó a mi lado, y después de un buen rato comenzó a hablar. Era como si disparase a bocajarro, como si la presa se le fuera a escapar, o como un niño que tiene mucho miedo a una regañina y si no lo dice de pronto la voz se va de su garganta.

- Zara, Tony y yo hemos estado hablando durante unos días y hemos llegado a la conclusión de que no volverá al internado después del verano, el no necesita un buen colegio, necesita un padre, necesita calor de hogar, después de la muerte de Elena, yo lo pasé muy mal y le hice sentir mal también a el en algunos momentos. Por otra parte, yo voy a estar mucho tiempo encerrado pensando en como redactar mi nuevo libro... A Tony le agrada tu compañía, bueno yo diría que le fascina... Por otra parte yo vuelvo a necesitar una ayudante para mi nuevo trabajo, y una buena amiga para abrir mi corazón de vez en cuando, al mismo tiempo que a una colega para que sepa comprender mis momentos de blanco y que sepa ayudarme con la redacción...

En ese momento apareció Tony, descalzo, y con una cara de felicidad que contagiaba, el fue el que continuó hablando, ya que su padre no era capaz de continuar, todo su cuerpo temblaba, parecía un chiquillo asustado.

- Bueno, lo que papá quiere decirte es que los dos te necesitamos..., yo soy pequeño y quiero que seas mi madre..., Papá es grande y también quiero lo mismo, por lo que solo falta que tu nos quieras a los dos.

En ese momento no sabia que hacer, si reír o llorar, por lo que hice las dos cosas.

La verdad es que jamás pensé que en un mismo año pudieran pasarme dos cosas tan maravillosas. En ese momento pensé en mi madre, en como iba a plantearle esta nueva situación. Ella siempre había pensado que yo jamás le faltaría... Serían tantas cosas a las que tenía que renunciar que mi cabeza era un remolino... Pero una cosa tenía bien clara, tanto el padre como el hijo eran algo imprescindible para mi corazón. Allí estaban los dos, mirándome con caras de ansiedad y felicidad, eran dos manojos de nervios. Por un momento pensé en no contestar hasta el día siguiente, era divertido verlos así, pero no pude esperar tanto tiempo, creo que yo estaba mucho más nerviosa y emocionada que ellos, y por otra parte no tenía nada que pensar, inconscientemente lo tenía todo decidido..., sin yo darme cuenta algo en mi interior me decía que esto pasaría tarde o temprano..., por lo que solo pude contestar...

- Jamás en mi vida dos hombres guapos y maravillosos me habían hecho un proposición tan apetecible. ¡¡Por supuesto que acepto¡¡.

Maribel Tercero Causo.

Volver a la página literatura

© Luis&Rubén 2008.  Todos los derechos reservados. El propietario del copyright ha licenciado el texto contenido en esta página, solo de lectura, con prohibición expresa de su utilización. Cualquier copia, edición o reducción, corrección, exhibición, intercambio, préstamo, difusión y/o emisión  de este texto o alguna parte del mismo sin autorización expresa están terminantemente prohibidos y la realización de cualquiera de estas actividades haría incurrir en responsabilidades legales y podría dar lugar a actuaciones legales.